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Historia
La Solana
Cuenta la leyenda que, en tiempos de los oretanos, La Solana era conocida como el Cerro de los Dioses de Cristal, un lugar mágico donde brillaba un palacio repleto de estrellas. Pero más allá del mito, el origen real de esta villa manchega está ligado a una antigua fortaleza con torre vigía de posible origen musulmán, situada donde hoy se alzan la Plaza Mayor y la iglesia de Santa Catalina. Fue en torno a 1283 cuando pastores sorianos, atraídos por la fertilidad de las tierras de La Moheda y La Veguilla, comenzaron a asentarse de forma estable tras descender con sus ganados por la Cañada Real Soriana. Así nació el primer núcleo de población, que fue creciendo junto a la Orden de Santiago, a la que pertenecía esta tierra dentro del Campo de Montiel.
En el siglo XV, La Solana dependía de la encomienda de Alhambra, hasta que obtuvo el título de villa en 1463. Más tarde, ya en el siglo XVI, la encomienda pasó a manos del Marqués de Santa Cruz, época en la que la localidad prosperó gracias a la producción vitivinícola, especialmente de vinos tintos. El nombre actual proviene de La Fuente de La Solana, en referencia a un pozo ubicado en la parte más soleada del municipio. Con el tiempo, la localidad se consolidó como uno de los núcleos más activos de la región, y durante el siglo XX —conocido como el siglo de las hoces— destacó por ser un importante centro de fabricación de estas herramientas. Hoy, La Solana es sinónimo de historia, tradición y desarrollo continuo, con raíces que se hunden en la leyenda y los caminos de la trashumancia.